Artista perteneciente a la órbita de Francisco Salzillo y la escultura levantina del último tercio del siglo XVIII, uno de cuyo máximos representantes es, sin lugar a dudas, José López, artista del cual aprende el oficio de la gubia. Su vínculo estético también es evidente con Roque López, sobretodo en el tratamiento ligero de sus tallas, casi siempre provistas de una amable iconografía.

El Niño Pastor (1817), obra de madurez de Marcos Laborda, aúna en la factura de sus figuras, en la delicadeza de los gestos y en los pausados movimientos, la tradición barroca salzillesca del S.XVIII anudado a la exquisitez del Rococó. Los conceptos de ternura y compasión se materializan en esta escultura que exalta a la Iglesia mediante la iconografía cristiana del Niño Pastor, velando por sus ovejas. Se trata de una pieza religiosa que destaca por ser heredera del culto a lo pequeño, pero no intrascendente, y que alcanzó su más sublime expresión en las esculturas de Jesús Niño.

Una iconografía que entona maravillosamente con el fervor popular desde finales del siglo XVII, habida cuenta del alcance popular de la Divina Pastora, cuya imagen se impulsó desde la Orden de los Capuchinos; tampoco ha de olvidarse la carga emblemática y espiritual del Buen Pastor, uno de los elementos fundamentales de la génesis de la iconografía cristiana. Por lo tanto, este Niño Pastor, tan caro a la devoción privada y conventual tuvo una interesante presencia en el arte religiosos desde los últimos decenios del siglo XVII.

Perteneciente en su día a la colección particular de Don Miguel Jiménez de Cisneros,  este Niño Pastor fue adquirido por la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia en septiembre de 1989 y depositado en el Museo de Bellas Artes de Murcia, institución en la cual se conserva.

El estado de conservación de esta obra era deficiente.

Se trata de un  pequeño conjunto escultórico  realizado en madera policromada con estofas y zonas de roca y monte con grandes aportaciones de corcho de alcornoque. Su exposición y conservación dentro de un fanal ha favorecido la ausencia de deterioros importantes.

La película de suciedad estaba constituida por contaminación ambiental, aglutinada con ceras y restos de barnices.

La estructura de la pieza se encontraba en buen estado, no se observaban ni pérdidas ni grandes movimientos matéricos, solo pequeñas fisuras que afectaban a la parte más externa y blanda de la madera. Éstas  se trasladaban a las capas de preparación y de policromía.

Dedos rotos y mal pegados eran otros de los problemas más evidentes. También cabe destacar el movimiento de los ojos de cristal, apreciándose una grieta completa en la órbita de los párpados modelados con yeso. Por útimo, hay que destacar que el proceso radiográfico mostró una estructura interna en perfecto estado.

• Toma de muestras y analítica
• Sentado de color
• Limpieza mecánica
• Limpieza química
• Injertado de dedos
• Arreglo de grietas
• Estucado de carencias
• Reintegración cromática diferenciada
• Barnizado final