Atrás
San Francisco de Borja
- Autor: Nicolás de Bussy
- Medidas: 168 x 90 x 55 cm
- Época: Último tercio siglo XVII
- Técnica: Madera tallada y policromada
- Propiedad: CARM
Estudio histórico artístico
Artista estrasburgués que trabajó en Murcia en las postrimerías del Seiscientos, muere en 1706. Escultor de Cámara en la corte de Carlos II, su retiro a Levante supuso la renovación plástica de los reinos de Valencia y Murcia al trabajar en la labra de la portada de Santa María de Elche y en otras obras, muchas de ellas atribuidas estilísticamente, como el Palacio de Guevara de Lorca. Se estableció en Murcia desde 1688.
Si su obra en piedra se caracteriza por un dominio absoluto de la técnica, sus tallas de madera policromada, realizadas muchas de éstas en madera de ciprés, constituyen el referente comparable a la gran escultura barroca europea. Citado siempre por Palomino, Ceán o nuestro Baquero Almansa, su obra en madera acrisola la expresividad de las psicologías junto a un elegante contenido formal, según la profesora Sánchez Rojas.
Entre sus esculturas más conocidas descuellan el Cristo de la Cofradía de la Preciosísima Sangre (Iglesia del Carmen), el Cristo del Pretorio, El “Berrugo” y la Diablesa del Paso Procesional de la Cruz de los Labradores de Orihuela (Alicante).
Su escultura se caracteriza por el empleo de tonalidades ásperas y expresión atormentada, muy en consonancia con el espíritu contrarreformista y ascético del momento. Una de las obras más significativas, San Francisco de Borja, perteneciente a la Iglesia del antiguo Colegio de San Esteban (Murcia) plasma perfectamente aquellos registros compositivos que le son inherentes: expresividad dramática y conmovedor realismo, aparejados a un sistemático rigor en la técnica. Sus innovaciones iconográficas responden igualmente a esa impronta dramática. Figuras como el Berrugo o la Diablesa de Orihuela vinculan a Bussy con la predilección barroca hacia lo truculento o deforme.; mientras que imágenes como el Cristo de la Sangre (de la Iglesia del Carmen de Murcia) responden a un calculado y profundo conocimiento de la literatura cristológica. San Francisco de Borja es obra perteneciente al Fondo Artístico de la CARM, obra de impecable factura técnica que muestra al jesuita en diálogo con la muerte, tema éste carísimo a la literatura mística, en una instantánea vinculada a su pasado. El soldado de Cristo viste la túnica y manto de la Compañía de Jesús, cuyos plegados y movimiento redundan en la tensión dramática de gestos y actitudes. El tratamiento de anatomías, el estudio de manos y rostro revelan una extraordinaria veracidad, pero esa realidad revierte siempre en aras de una visión contemplativa y ascética.
Si su obra en piedra se caracteriza por un dominio absoluto de la técnica, sus tallas de madera policromada, realizadas muchas de éstas en madera de ciprés, constituyen el referente comparable a la gran escultura barroca europea. Citado siempre por Palomino, Ceán o nuestro Baquero Almansa, su obra en madera acrisola la expresividad de las psicologías junto a un elegante contenido formal, según la profesora Sánchez Rojas.
Entre sus esculturas más conocidas descuellan el Cristo de la Cofradía de la Preciosísima Sangre (Iglesia del Carmen), el Cristo del Pretorio, El “Berrugo” y la Diablesa del Paso Procesional de la Cruz de los Labradores de Orihuela (Alicante).
Su escultura se caracteriza por el empleo de tonalidades ásperas y expresión atormentada, muy en consonancia con el espíritu contrarreformista y ascético del momento. Una de las obras más significativas, San Francisco de Borja, perteneciente a la Iglesia del antiguo Colegio de San Esteban (Murcia) plasma perfectamente aquellos registros compositivos que le son inherentes: expresividad dramática y conmovedor realismo, aparejados a un sistemático rigor en la técnica. Sus innovaciones iconográficas responden igualmente a esa impronta dramática. Figuras como el Berrugo o la Diablesa de Orihuela vinculan a Bussy con la predilección barroca hacia lo truculento o deforme.; mientras que imágenes como el Cristo de la Sangre (de la Iglesia del Carmen de Murcia) responden a un calculado y profundo conocimiento de la literatura cristológica. San Francisco de Borja es obra perteneciente al Fondo Artístico de la CARM, obra de impecable factura técnica que muestra al jesuita en diálogo con la muerte, tema éste carísimo a la literatura mística, en una instantánea vinculada a su pasado. El soldado de Cristo viste la túnica y manto de la Compañía de Jesús, cuyos plegados y movimiento redundan en la tensión dramática de gestos y actitudes. El tratamiento de anatomías, el estudio de manos y rostro revelan una extraordinaria veracidad, pero esa realidad revierte siempre en aras de una visión contemplativa y ascética.
Estado de conservación
Talla en madera policromada que presentaba un estado de conservación muy deficiente como consecuencia, sobre todo, de las distintas intervenciones que había sufrido a lo largo de su historia.
Eran destacables multitud de pequeñas pérdidas de capa de preparación y policromía como consecuencia de la falta de adhesión entre estratos.
También presentaba abundantes las grietas de menor tamaño, distribuidas por toda la imagen como consecuencia de los movimientos naturales de la madera y la pérdida del poder adhesivo de las colas utilizadas en la unión de tablones. En este apartado, hay que señalar las grandes grietas que presentaba la imagen, que fueron rellenadas en una intervención anterior con resina epoxídica, que hasta el momento, está cumpliendo correctamente su función adhesiva y selladora. La presencia de repintes, repartidos por casi la totalidad de la imagen, eran visibles incluso a simple vista.
Pero lo más llamativo fue el descubrimiento de la policromía original que Nicolás de Bussy aplicó a la túnica y el manto, oculta tras una gruesa capa de yeso y una nueva repolicromía que incluía una cenefa con motivos decorativos realizados con oro fino. Si nos atenemos a los análisis estratigráficos, estos nos indican que esta repolicromía presenta un negro carbón vegetal y lo que es más importante, sales de plomo. Lo que vendría a datar esta nueva capa hacia el último tercio del siglo XVIII o principios del XIX. Hay también otro dato a destacar en los análisis y es la presencia del oro que decoraba la repolicromía mediante la técnica del estofado. Este oro presentaba un porcentaje de un 97%, por lo que podríamos perfectamente datarlo hacia las fechas antes mencionadas, ya que el porcentaje de este metal es común en obras del siglo XVIII, disminuyendo su pureza en épocas posteriores.
En resumen, la repolicromía no sería otra cosa que un cambio de gusto estético aplicado en el siglo XVIII ante el monocromo y austero tono negro aplicado por Bussy.
Eran destacables multitud de pequeñas pérdidas de capa de preparación y policromía como consecuencia de la falta de adhesión entre estratos.
También presentaba abundantes las grietas de menor tamaño, distribuidas por toda la imagen como consecuencia de los movimientos naturales de la madera y la pérdida del poder adhesivo de las colas utilizadas en la unión de tablones. En este apartado, hay que señalar las grandes grietas que presentaba la imagen, que fueron rellenadas en una intervención anterior con resina epoxídica, que hasta el momento, está cumpliendo correctamente su función adhesiva y selladora. La presencia de repintes, repartidos por casi la totalidad de la imagen, eran visibles incluso a simple vista.
Pero lo más llamativo fue el descubrimiento de la policromía original que Nicolás de Bussy aplicó a la túnica y el manto, oculta tras una gruesa capa de yeso y una nueva repolicromía que incluía una cenefa con motivos decorativos realizados con oro fino. Si nos atenemos a los análisis estratigráficos, estos nos indican que esta repolicromía presenta un negro carbón vegetal y lo que es más importante, sales de plomo. Lo que vendría a datar esta nueva capa hacia el último tercio del siglo XVIII o principios del XIX. Hay también otro dato a destacar en los análisis y es la presencia del oro que decoraba la repolicromía mediante la técnica del estofado. Este oro presentaba un porcentaje de un 97%, por lo que podríamos perfectamente datarlo hacia las fechas antes mencionadas, ya que el porcentaje de este metal es común en obras del siglo XVIII, disminuyendo su pureza en épocas posteriores.
En resumen, la repolicromía no sería otra cosa que un cambio de gusto estético aplicado en el siglo XVIII ante el monocromo y austero tono negro aplicado por Bussy.
Proceso de intervención
- Estudio científico para determinar el estado de conservación de la imagen, donde se ha realizado un examen exhaustivo de la misma, apoyándose en técnicas de análisis tales como los análisis estratigráficos, rayos X, endoscopia, fluorescencia ultravioleta, etc.
- Eliminación mediante limpieza físico-química de la capa de yeso y la repolicromía que estaban ocultando el color original de la obra, una policromía sin decoración alguna y completamente negra. Este proceso ha sido el más laborioso de todos, dada la dificultad de eliminar un estrato soluble en agua, el yeso aplicado en alguna intervención anterior, sobre otro, la policromía original realizada al temple de cola y por tanto también soluble en agua.
También hay que destacar en este apartado que los yesos aplicados sobre la policromía original estaban ocultando infinidad de volúmenes y elementos de la túnica y manto, recuperándose tras su eliminación la talla original con todos sus detalles.
- Sellado de pequeñas grietas mediante relleno con madera de balsa y resina epoxídica.
- Reconstrucción de la capa de preparación mediante cola orgánica y sulfato cálcico.
- Reintegración cromática diferenciada, realizada con la técnica del puntillismo en los ropajes y aplicando la técnica del regattino en las carnaciones. Hay que destacar esta fase, pues junto con la eliminación de la repolicromía, ha supuesto el mayor trabajo, pudiendo recuperar de este modo el aspecto que tendría la imagen cuando en las postrimerías del siglo XVII fue realizada por Nicolás de Bussy.
- Finalmente, se ha aplicado un barniz final protector a pistola que aislará a la policromía original de la suciedad provocada por los agentes atmosféricos, protegiendo asimismo la amplia reintegración aplicada.
- Eliminación mediante limpieza físico-química de la capa de yeso y la repolicromía que estaban ocultando el color original de la obra, una policromía sin decoración alguna y completamente negra. Este proceso ha sido el más laborioso de todos, dada la dificultad de eliminar un estrato soluble en agua, el yeso aplicado en alguna intervención anterior, sobre otro, la policromía original realizada al temple de cola y por tanto también soluble en agua.
También hay que destacar en este apartado que los yesos aplicados sobre la policromía original estaban ocultando infinidad de volúmenes y elementos de la túnica y manto, recuperándose tras su eliminación la talla original con todos sus detalles.
- Sellado de pequeñas grietas mediante relleno con madera de balsa y resina epoxídica.
- Reconstrucción de la capa de preparación mediante cola orgánica y sulfato cálcico.
- Reintegración cromática diferenciada, realizada con la técnica del puntillismo en los ropajes y aplicando la técnica del regattino en las carnaciones. Hay que destacar esta fase, pues junto con la eliminación de la repolicromía, ha supuesto el mayor trabajo, pudiendo recuperar de este modo el aspecto que tendría la imagen cuando en las postrimerías del siglo XVII fue realizada por Nicolás de Bussy.
- Finalmente, se ha aplicado un barniz final protector a pistola que aislará a la policromía original de la suciedad provocada por los agentes atmosféricos, protegiendo asimismo la amplia reintegración aplicada.